Marte y Venus han sostenido
la ingravidez de su espera
girando
durante el tiempo necesario
-para que el tiempo mismo tuviera
nombre-
persiguiendo estelas de nubes
dejando resbalar capas de hielo
sobre el borde que separa sus
caras
luminosa y oscura
No deja de ser misteriosa la
paciencia de los planetas
que, con lentitud, soportan
perturbación y cambio en la
atmósfera que los viste,
encuentro de crepúsculos
en franjas deslavazadas,
deshechas.
Aún hay cosas que
no podemos siquiera nombrar.