Paseo de Navidad



El lugar de los músicos está en la calle,
entre dos arquitecturas
capitalistas,
cimientos de oro
Y afuera el frío centígrado


Tocaban un aria de Bach:
notas amoratadas, gélidas,
colgando de los pentagramas
como carámbanos
Era hielo hecho música
a punto de derretirse
de tristeza
Sonaba grito ahogado
la armonía, perdida
entre automóviles
y villancicos
ñoños en los grandes almacenes.

 Fotografía: Santiago Galán Álvarez

Escena



Érase una cama
mirando al techo
Érase Ella
perdida inocencia, blanco sucio
de techo
grietas como estrellas
fugaces
sobre sus cabezas


Nada



Nada. Algunos sonidos de máquinas
entre respiraciones rítmicas
Se aleja el ruido vacío plástico
de teclas
la megafonía aduladora
con voz de mujer
bolígrafos punzantes tatuando folios.
Nada. Intermitencia al salir y entrar
a lo largo de la línea azul
imaginaria ruta de lagos,
la tierra húmeda, entrelazados dedos
como palmeras contra el horizonte
y una tranquila memoria sobre el agua,
estirada fatiga del músculo.

Nada. Progresivo avance y vuelta.

 

Últimas tardes con H.



Lo excepcional está sin darse cuenta
Tras el cristal redondeado se
dibuja en las hojas del cuaderno

Con la inocencia del desconocimiento, 
las palabras de su boca
pictórica
rompen de un modo doloroso
y continuo contra el alma vecina
acosada por las olas, presa
de la emoción extraña.

En un segundo el vaso se derrama
Estalla en lágrimas


Parte II: Después del Tractatus



[XI]

Hemos fijado un punto en esta línea. Hay una extraña ley que hizo que nuestras geometrías se cruzaran y se cumpliera la ley del centro, equidistante de todos los lugares. Somos perpendiculares y nos hemos encontrado en la línea de tierra para seguir el camino por el borde del mundo.