La nieve
cortada como con cuchillo
formaba las paredes
de la carretera,
estrías de
varios tonos de grises
cuya
horizontalidad de bloque dotaba de dimensión Z
al mapa
plano
del
trayecto.
Éramos
coches haciendo surcos en la isometría
blanca de la
nieve, devolviendo
a la superficie
la reconocible memoria
de los
lugares conectados