En el borde de la noche
rozando el alba
la tersa curva de una lágrima
o dos, nada más girarme,
me pregunté por qué.
Y no era el vestido negro
ni el tono ahumado
del párpado y los recuerdos
Era más una duda primera
como esas preguntas
en la oscuridad
antes de volver
al dominio privado del sueño.
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